O "el nido del cuco", si te gusta más.

No son las 1000 mejores canciones de la historia, ni los 500 mejores poemas, ni los 100 mejores libros, ni tan siquiera las 10 mejores películas, ni los mejores sabores, olores o sensaciones. Son lo que se me ha pegado y sigue pegándose en la piel a lo largo de las décadas que he tenido la suerte de presenciar. Algo que a modo de Jukebox virtual, en el que pueda tener a mano la música, pinturas, fotográfias, etc. que se encuentran desparramadas a lo largo del camino.
Lo que silbo al caminar.
No es nostalgia y por supuesto que, cualquier tiempo pasado tan solo fue, anterior.
Escríbeme un comentario si en algo coincidimos.

lunes, 28 de febrero de 2011

Extraños cotidianos



T'intendo si, mio cor
Ludwig van Beethoven
basado en un texto de Pietro Metastasio
Anne Sofie von Otter


¡Comprendo, sí, corazón mío,

tu fuerte palpitar!
Sé que tú quieres lamentarte,
que estás enamorado.


¡Ah, calla tu dolor!
¡Ah, sufre tu martirio!
Cállatelo, y no traiciones
mis sentimientos.





Francine Van Hove - Le zèbre-papillon

Elegía lamentable
José Ángel Buesa

D
esde este mismo instante seremos dos extraños
por estos pocos días, quien sabe cuántos años...
yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido
uno de esos que nadie confiesa haber leído.

Y así mañana, al vernos en la calle, al ocaso,
tú bajaras los ojos y apretarás el paso,
y yo, discretamente, me cambiaré de acera,
o encenderé un cigarro, como si no te viera...

Seremos dos extraños desde este mismo instante
y pasarán los meses, y tendrás otro amante:
y como eres bonita, sentimental y fiel,
quizás, andando el tiempo, te casarás con él.

Y ya, más que un esposo será como un amigo,
aunque nunca le cuentes que has soñado conmigo,
y aunque, tras tu sonrisa, de mujer satisfecha,
se te empañen los ojos, al llegar una fecha.

Acaso, cuando llueva, recordarás un día
en que estuvimos juntos y en que también llovía.
Y quizás nunca más te coloques aquel traje
de terciopelo verde, con adornos de encaje.

O harás un gesto mío, tal vez sin darte cuenta,
cuando dobles tu almohada con mano soñolienta.
Y domingo a domingo, cuando vayas a misa,
de tu casa a la iglesia, perderás tu sonrisa.

¿Qué más puedo decirte? Serás la esposa honesta
que abanica al marido cuando ronca la siesta:
y tras fregar los platos y tras tender las camas,
te pasarás las noches sacando crucigramas...

Y así, años y años, hasta que, finalmente,
te morirás un día, como toda la gente.
Y voces que aún no existen sollozarán tu nombre,
y cerrarán tus ojos los hijos de otro hombre.







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