O "el nido del cuco", si te gusta más.

No son las 1000 mejores canciones de la historia, ni los 500 mejores poemas, ni los 100 mejores libros, ni tan siquiera las 10 mejores películas, ni los mejores sabores, olores o sensaciones. Son lo que se me ha pegado y sigue pegándose en la piel a lo largo de las décadas que he tenido la suerte de presenciar. Algo que a modo de Jukebox virtual, en el que pueda tener a mano la música, pinturas, fotográfias, etc. que se encuentran desparramadas a lo largo del camino.
Lo que silbo al caminar.
No es nostalgia y por supuesto que, cualquier tiempo pasado tan solo fue, anterior.
Escríbeme un comentario si en algo coincidimos.
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martes, 5 de mayo de 2009

At Seventeen

Edvard Munch - Pubertad



A los diecisiete

Supe la verdad cuando tenía diecisiete años.
Que el amor era para las reinas de la belleza,
y para las chicas de instituto con sonrisas perfectas
que se casan jóvenes y luego se retiran.
Los días de San Valentín que nunca conocí,
la farsa de las noches de viernes de la juventud que
fue llevada a cabo por chicas mas guapas.
A los diecisiete aprendí la verdad.

Y todas aquellas de nosotras, con nuestra cara marcada,
fuera de los círculos sociales de moda,
acabábamos desesperadas en casa,
inventando amantes con los que hablar por teléfono,
que llamaban para decirnos: "ven, baila conmigo",
y murmurándonos pequeñas obscenidades.
No es así como pasaba a los diecisiete.

Una chica de ojos marrones
cuyo nombre nunca supe pronunciar me dijo:
"siento pena por aquellos que ceden.
Lo único que consiguen es lo que merecen"
La reina de la belleza de la ciudad,
se casa con la persona que necesita,
con la garantía de tener compañía y refugio cuando se haga mayor.

Recuerda a aquellos que ganan el juego.
Pierden el amor que buscaron con devoción.
Con la obiligación de encontrar algo verdadero,
de dudosa integridad,
su ojos de chica de pueblo se quedarán fijos en tí,
sorprendidos cuando ven que el precio
excede la cantidad que ganaron cuando tenían diecisiete años.

Para todas aquellos de nosotras que conocimos el dolor,
de no haber tenído días de San Valentín.
Aquellas cuyos nombres nunca fueron nombrados
cuando se escogía a chicas para formar equipo de baloncesto.
Fué hace mucho tiempo, y lejos de aquí.
El mundo era más jóven que hoy,
y los sueños eran gratis para
los "patitos feos" como yo.

Todos jugamos el juego, y nos atrevemos
a hacer trampas a nosotras mismas en solitario.
Inventando amantes con los que hablar por teléfono,
arrepintiéndonos de otras vidas desconocidas.
Nos llamaban y nos decían "ven, baila conmigo".
Y nos murmuraban pequeñas obscenidades.
A chicas feas como yo, a los diecisiete años.