Cual Abebe Bikila, todos los domingos a las doce menos diez, corría calle Real abajo para ver su andar cimbreante cuando se dirigía a misa dejando perfume de violetas a su paso. Hubíera querido ser el único, pero la pandilla al completo siempre acudía tras de mí y en formación, atentos en sus puestos, esperando, con la vista fija en la esquina de plaza para contemplar el milagro.
Y a mi me comían los celos. Celos de que su caminar no fuese solo para mi.
El viaje de Lea
Radio Tarifa
Y sentía rabia, rabia de tener 14 años y ella 22.
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