¿Quién ha robado el sueño de los ojos del niño? Yo lo descubriré.
¡Si le alcanzo ya le daré trabajo! Asaltaré su nido y veré dónde guarda todos los sueños robados.
La arrebataré su botín y me lo llevaré conmigo.
Luego ataré fuertemente las alas de la ladrona y la dejaré al borde del agua. ¡Que se divierta pescando con un junco entre los nenúfares! Y al atardecer, cuando el mercado del pueblo haya acabado y los niños descansen en el regazo de sus madres, entonces los pajarracos de la noche la aturdirán con sus burlas: ‘Ea, ¿a quién le robarás el sueño ahora?’
Rabindranath Tagore
La luna nueva
Escena final de Cinema Paradiso
Giuseppe Tornatore (1988)
Giuseppe Tornatore (1988)
Fuimos niños manipulados y hombres buscando la palabra.
¡Cuánto silencio bajo el tejado!
Fernando Arrabal
Carta al General Franco
(Comienzo)
Fernando Arrabal
París, 18 de marzo de 1971
Don Francisco Franco
Palacio de El Pardo
España
Excelentísimo Señor:
Le escribo esta carta con amor.
Sin el más mínimo odio o rencor, tengo que decirle que es usted el hombre que más daño me ha causado.
Tengo mucho miedo al comenzar a escribirle:
Temo que esta modesta carta (que me conmueve de pies a cabeza) sea demasiado frágil para llegar hasta usted; que no llegue a sus manos.
Creo que usted sufre infinitamente; sólo un ser que tanto sufre puede imponer tanto dolor en torno suyo; el dolor preside, no sólo su vida de hombre político y de militar, sino incluso sus distracciones; usted pinta naufragios y su juego favorito es matar conejos, palomas o atunes.
En su biografía, ¡cuántos cadáveres! en África, en Asturias, en la guerra civil, en la postguerra...
Toda su vida cubierta por el moho del luto. Le imagino rodeado de palomas sin patas, de guirnaldas negras, de sueños que rechinan la sangre y la muerte.
Deseo que usted se transforme, cambie, que se salve, sí, es decir, que sea feliz por fin, que abandone el mundo de represión, odio, cárcel, buenos y malos que hoy le rodea.
Quizás haya una remota esperanza de que me oiga: siendo niño me llevaron a un acto oficial que usted presidía.
Al llegar usted, entre ovaciones, las autoridades le agasajaron.
Entonces una niña, preparada para ello, se acercó a usted y le tendió un ramo de flores. Luego comenzó a recitar un poema (mil veces ensayado)... Pero, de pronto, presa de emoción, se puso a llorar. Usted le dijo, acariciándole la mejilla:
- No llores, yo soy un hombre como los demás.
¿Es posible que hubiera en sus palabras algo más que el cinismo?
Le escribo esta carta con amor.
Sin el más mínimo odio o rencor, tengo que decirle que es usted el hombre que más daño me ha causado.
Tengo mucho miedo al comenzar a escribirle:
Temo que esta modesta carta (que me conmueve de pies a cabeza) sea demasiado frágil para llegar hasta usted; que no llegue a sus manos.
Creo que usted sufre infinitamente; sólo un ser que tanto sufre puede imponer tanto dolor en torno suyo; el dolor preside, no sólo su vida de hombre político y de militar, sino incluso sus distracciones; usted pinta naufragios y su juego favorito es matar conejos, palomas o atunes.
En su biografía, ¡cuántos cadáveres! en África, en Asturias, en la guerra civil, en la postguerra...
Toda su vida cubierta por el moho del luto. Le imagino rodeado de palomas sin patas, de guirnaldas negras, de sueños que rechinan la sangre y la muerte.
Deseo que usted se transforme, cambie, que se salve, sí, es decir, que sea feliz por fin, que abandone el mundo de represión, odio, cárcel, buenos y malos que hoy le rodea.
Quizás haya una remota esperanza de que me oiga: siendo niño me llevaron a un acto oficial que usted presidía.
Al llegar usted, entre ovaciones, las autoridades le agasajaron.
Entonces una niña, preparada para ello, se acercó a usted y le tendió un ramo de flores. Luego comenzó a recitar un poema (mil veces ensayado)... Pero, de pronto, presa de emoción, se puso a llorar. Usted le dijo, acariciándole la mejilla:
- No llores, yo soy un hombre como los demás.
¿Es posible que hubiera en sus palabras algo más que el cinismo?
......
¿Quién me ha robado el mes de abril?
Joaquín Sabina
Joaquín Sabina
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