Me voy para Madrid.
Mi hija, "atrapada" en Roma desde hace tres días a causa la nube de cenizas de ese volcán islandés de nombre impronunciable debe estar dando saltos de alegría, me ha llamado diciendo que seguramente mañana -que pena- al fin podrá tomar un vuelo para España. Así que aprovecharé la ocasión para solucionar algunos asuntos y recogerla para llevarla a Salamanca.
Es sorprendente, tal vez por inconsciencia, quizá por ilusión, la facilidad de adaptación a las circunstancias de la gente joven. Si a mi me dicen en Roma que no puedo regresar hasta pasada una semana, es un problema; para ella, una bendición.
- Papá, se han suspendido los vuelos a casa de esa erupción en Islandia y me tengo que quedar unos días más.
- ¿Pero donde vas a alojarte?
- No se, ya encontraré algo.
Y por la noche me llama diciendo que ha conocido a unas chicas españolas del programa Erasmus y se quedará en su casa.
- ¡Qué suerte! ¿no? Ingresamé 200 € en el banco, "porfa". Te he comprado un grabado de la Piazza Navona. ¡Ciao!
Cosas de los 20 años.
Así que, sin planearlo, me marcho unos días y debo confesar a fuerza de ser sincero que no está nada mal visitar a la Villa y Corte y aprovechar para ver algunas cosas que si no fuera por este imprevisto nunca hubiera podido ser. Esto es lo que se llama "a mal tiempo buena cara".
Madrid
Luis de Gongora
Nilo no sufre márgenes, ni muros
Madrid, oh peregrino, tú que pasas,
Que a su menor inundación de casas
Ni aun los campos del Tajo están seguros.
Émula la verán siglos futuros
De Menfis no, que el término le tasas;
Del tiempo sí, que sus profundas basas
No son en vano pedernales duros.
Dosel de reyes, de sus hijos cuna
Ha sido y es; zodíaco luciente
De la beldad, teatro de Fortuna.
La invidia aquí su venenoso diente
Cebar suele, a privanzas importuna.
Camina en paz, refiérelo a tu gente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario