Martha Wainwright - Leonard Cohen
El traidor
El Cisne flotaba en el río inglés.
La rosa del Gran Amor se abría completamente.
Una mujer broceada se pasó todo el verano
Bostezándome…
Y los jueces son observaban desde la otra orilla.
Le dije a mi madre:
“Madre, he de marcharme.
Conserva mi habitación,
pero no derrames ni una lágrima.
Si te han legado rumores de un vil desenlace,
Fue mía la mitad de la culpa,
la otra mitad de lo que había en la atmósfera”.
Pero contagié a la rosa de una extraña enfermedad
Y tenté al Cisne con sensación de vergüenza.
Al final ella me dijo que era su mejor amante,
Y que si se marchitaba, la culpa sería mía.
Los jueces dijeron:
“Fallaste por muy poco.
Levántate y prepara tus tropas para atacar”.
Los soñadores cabalgan
Contra los hombres de acción,
Mira como los hombres de acción
retroceden.
Pero me entretuve en sus piernas un momento fatal,
besé sus labios como si aún estuviera sediento,
mi falsedad me picó como un avispón,
el veneno entró y paralizó mi voluntad.
No pude moverme
para avisar a los soldados más jóvenes
que habían sido abandonados por su superior,
de modo que en los campos de batalla
desde aquí a Barcelona,
estoy en la lista de los enemigos del amor.
Y hace mucho tiempo ella me dijo:
“Debo marcharme,
pero puedes conservar mi cuerpo para estirarte encima,
puedes moverlo arriba y abajo y, cuando esté dormida,
pon un alambre a la Rosa y da cuerda al Cisne”.
Así que cada día cumplo mi ocioso deber,
la toco aquí y allá, conozco mi sitio,
beso su boca abierta y alabo su belleza,
y la gente…
me llama Traidor, a la cara.
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