Esta mañana, como solemos hacer mi hija y yo cada vez que voy a pasar en día (debería decir pasar un rato) con ella en Salamanca, desayunamos en la cafetería de la Facultad de Filología Hispánica en la Plaza de Anaya. Después de la rutinaria regañina a causa de su aspecto - ¿a quien querrá epatar? - que finaliza con una sonrisa, cuando le digo que a pesar y por mucho que intente parecer terrorífica, sigue estando preciosa.
Comentamos su interés por la iconografía católica en la imaginería barroca española -nunca deja de sorprenderme- y me comprometo, cuando finalice los examenes, a viajar con ella a Cordoba para visitar la Mezquita, quiere comprobar algo in situ (¿Porqué el lenguaje de los universitarios está plagado de latinajos?)
Llega su amiga A..... con la que había quedado para ir a no se que biblioteca a consultar no se que bibliografía sobre arte precolombino.
¿Te acuerdas de A..... , Cleopatra como tú la llamas?
Me amilano al saludar a A....., pues veo que le ha hablado de mi comentario sobre su piel blanca, tan transparente que puede verse el azul de las venas, y su parecido con la reina de Egipto obsesionada con la palidez que la llevaba a bañarse en leche de burra llegando al extremo de maquillarse pintando de azul sus venas.
Cleopatra, que estudia Matemáticas y vestida con un chaleco bordado y un bonete ruso -del que cae una preciosa trenza rubia- a juego, sonríe al decir ¿Que tal está?
Abono los desayunos y en la plaza tras despedirnos -tenemos mucha prisa ¿lo comprendes, verdad?- observo como se alejan entre un manada de turistas japoneses. En la esquina de la calle Libreros saludan a un mozalbete que es una mezcla entre el autorretrato de Durero del Prado y un rastafari jugador de baloncesto.
Cuando cruzó la plaza hacia la catedral, oigo un ¡papá, espera! y entregándome un paquete envuelto en papel de regalo me felicita por mi cumpleaños (fue hace casi un mes) -Ya sabes de mi despiste... Te quiero. Ciao - me da dos besos y corre tras el rastafari y la princesa egipcia.
Es un Cd de Goran Bregovic. ¡Dios, como me conoce!
Murmullo un "Te quiero, pequeña" y lanzo un beso al aire al tiempo que una japonesa dispara su cámara enfocando a la impresionante mole de la catedral.
¿Que pensará cuando vea en Tokio a un tacituno español con barba de dos día lanzando besos al aire?
No hay comentarios:
Publicar un comentario