Alaba los ojos negros de Julia
Rubén Darío
¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
vio la manzana del jardín: con labios
rojos probó su miel; con labios rojos
que saben hoy más ciencia que los sabios.
Venus tuvo el azur en sus pupilas,
pero su hijo no. Negros y fieros,
encienden a las tórtolas tranquilas
los dos ojos de Eros.
Los ojos de las reinas fabulosas,
de las reinas magníficas y fuertes,
tenían las pupilas tenebrosas
que daban los amores y las muertes.
Pentesilea, reina de amazonas;
Judith, espada y fuerza de Betulia;
Cleopatra, encantadora de coronas,
la luz tuvieron de tus ojos, Julia.
La negra, que es más luz que la luz blanca
del sol, y las azules de los cielos.
Luz que el más rojo resplandor arranca
al diamante terrible de los celos.
Luz negra, luz divina, luz que alegra
la luz meridional, luz de las niñas,
de las grandes ojeras, ¡oh luz negra
que hace cantar a Pan bajo las viñas!
La poesía de tus ojos
A menudo, cuando llega la noche,
se me lleva un hada:
la belleza de tus ojos
—negro intenso sobre mar blanca—
siempre inciertos ante la mirada.
Y así celoso voy enhebrando
canciones que me acerquen a ella. Pero...
La poesía de tus ojos
sé que no podré escribirla,
todos los versos que pudiera hallar
en el papel se me morirían
del dolor de no ser fieles.
Pero sé que jamás me cansaré
de perseguir este lenguaje amigo
que me acerque a la poesía de tus ojos
aunque no pueda escribirla,
pero así lucharé conmigo
esperando siempre un amanecer
ávido de sorprender tu mirada.
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