Mediodía del 3 septiembre de 1974. Día Grande de Feria.
Después de quince días enfadados nos cruzamos por la calle John Lennon.
¡Hola! ¿Donde vas? - me dice tu boca de miel. ¡Ven! dicen tus ojos negros.
Al piso. ¿Me acompañas? Quiero hablar contigo.
Claro que te acompaño, tonto...
En el salón, sentada en el horrible sofá de piso alquilado, mis defensas duraron exactamente un segundo, el tiempo que tardó tu pierna izquierda en levantarse y recorrer la distancia que le separaba de la derecha para posarse sobre ella y que graciosamente te levantó la falda descubriendo tus piernas y revelando de nuevo la piel blanca de tus muslos, cosa que tú ya conocías (no era nada nuevo), haría que todas mis reticencias se derrumbaran como un castillo de naipes. Después horas de besos y caricias, reproches acallados con tus labios, lágrimas enjugadas por tus pechos y gemidos ahogados por la cascada de los rizos de tu cabello en mi cara...
Y así hasta aquel día en el que no llevabas falda. Ese día los jeans y el frío te jugaron una mala pasada, cariño.
Ayer te vi, por la calle Santa Eulalia ¿Quien te acompañaba era tu marido?, llevabas falda. No sabes cuanto me gustaría volver a jugar el juego...
Viktor Alexandrovich Lyapkalo
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